domingo, 20 de junio de 2010

¿Por qué ya nadie los admira? ¡Qué gran interrogante!

Cuando sea una viejecita arrugada, huraña y malhumorada, hay algo que echaré mucho de menos: aquellos signos tan bonitos que antaño se usaban en los textos escritos al comienzo de una pregunta o de una exclamación.

Sí, señores, estos serán los culpables de mi desdicha: ¿ y ¡, también conocidos como signo de principio de interrogación, el primero, y signo de principio de exclamación, el segundo.

Observadlos bien, porque, junto con algunas preposiciones desgraciadas, la palabra cuyo y la coma del vocativo, son una especie en extinción.

¿Y a mí qué?, estará pensando más de uno. Yo paso de ellos.

Pues nada, tú mismo, que al fin y al cabo hay gente para todo. Dicho esto, a mí se me ocurren algunas razones por las que habría que defender y proteger estos signos sin descanso:

1. Son bonitos.

Y adorables, y achuchables, simpáticos y dicharacheros. En cuanto pasas un ratito en su compañía, te cautivan. Ay, ¡si es que lo difícil es no quererlos!

2. Proporcionan simetría y equilibrio.

La verdad es que da penita ver una frase con un signo de final de interrogación o de afirmación ahí solo, al fondo del pasillo. Si todo lo que sube tiene que bajar y todo lo que empieza tiene que acabar, a los signos ! y ? alguien los tiene que acompañar (sí, lo sé, menudo ripio de tres al cuarto). ¡El Universo necesita a nuestros héroes para estar completo!

3. Cada oveja con su pareja.

Es de un sadismo indescriptible dejar sin compañero a los pobres signos ? y !, que no han hecho nada para merecerlo. El mundo necesita dúos bien avenidos: ¿ y ?, ¡ y !, el yin y el yang, Don Quijote y Sancho, el pan y el chorizo...

4. Spain is different.

¿Que los extranjeros no utilizan el objeto de nuestras preocupaciones en sus idiomas? ¡Pues más razón para emplearlos nosotros! ¿Qué gracia tiene ser español si te pliegas a los designios de los de fuera?

Ah, y, por supuesto, el resto de los hispanohablantes pueden hacer también uso de este argumento. No hay más que sustituir España por el país deseado, y listo, que todo el mundo tiene derecho a ser distinto de los demás. Oye, la verdad es que da gusto escribir frases reutilizables.

5. Son útiles.

Pues sí, hasta sirven para algo, mira tú por dónde. En una lengua como el castellano, en la que el orden de las palabras es tan flexible, estos pequeños símbolos nos indican dónde empieza la pregunta o la exclamación, evitándonos tener que volver a leer la frase para darle el tono apropiado. Y no sé al resto del mundo, pero a mí me da muchísima rabia verme obligada a releer algo por un motivo así.

6. Lo dice la ley.

Cito a los jefazos de la RAE: "En nuestra lengua es obligatorio poner siempre el signo de apertura, que no deberá suprimirse a imitación de lo que ocurre en la ortografía de otras lenguas, en las que solo se usa el signo final porque tienen otras marcas gramaticales que suplen el primero".

Es cierto que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, pero después del parrafito anterior ya ni siquiera tenéis la débil justificación del "yo no lo sabía". Sí, lo sé, soy malvada.

7. Lo digo yo.

Huelga decir que esta es con mucho la razón más poderosa. De hecho, creo que a la vista de la razón número siete las seis anteriores sobran. Cachis, si la hubiese escrito al principio me habría ahorrado un montón de trabajo.



En fin, soy consciente de que esta es una batalla perdida, pero yo seguiré dando guerra, que es lo que me gusta. Además, después de todo, cuando es por una buena causa merece la pena luchar hasta el final, aunque no haya ni posibilidades de victoria ni trescientos maromos semidesnudos a tu lado para apoyarte.